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jueves, 7 de septiembre de 2017

Fotografía matinal

Ver Publicación en Otro lunes, Revista Hispanoamericana de Cultura dirigida por el escritor Amir Valle.


Laya del Carmen
Parece inverosímil pero vas en el P5 en un solo pie desde el Vedado hasta la parada de Prado. Casi en un solo pie porque a veces has sentido que el empuje de la muchedumbre te ha hecho levitar. Te van a estropear el juego de saya, los zapatos y hasta la autoestima. Has tenido que atravesar La Habana sólo para buscar aquellos papeles del juicio de hoy a las 10 de la mañana en el Vedado. Anoche por poco te da un patatús cuando después de la novela te diste cuenta que los habías dejado sobre el buró. Repetías en tu mente el infausto momento en que los sacaste para revisar la fecha del certificado de defunción del abuelo español de Arturo, tu especial y admirado cliente. Ahí estaba la clave de la solución del caso. Justo en este instante sonó el teléfono y se te fue la olla, como dicen los madrileños de la serie que estás viendo. Te llamaban de la escuela de Angelito y tuviste que salir corriendo. A ese niño ahora le ha dado por fajarse en el receso y le partieron la barbilla. Tienes la moto rota, vive en el taller. Cogiste enseguida un taxi de 10 pesos frente al Capitolio. De 10 pesos no, que cobran 20, pero hiciste gala de una autodefensa personal y lacrimógena conmoviendo hasta los tuétanos al chofer para que sólo te cobrara la mitad aunque pasabas del túnel dos paradas. ¿Suerte o desgracia vivir en Miramar? Si tuvieses carro, mansión y dinero qué suerte, económica al menos. Tus problemas serán otros. Pero tú aún tienes asuntos bien cubanos por resolver. Por otra parte, sufres por vivir en un eufemísticamente llamado edificio multifamiliar en los límites de Miramar con Marianao y cubana al fin te ríes de esa desgracia. No sabes qué es peor si la marginalidad de los vecinos o los altos precios del agro y los carretilleros. Sin contar que los boteros tienen la referencia esa de antes y después del túnel, marca límite e inéquivoca de los 20 pesos desde o hasta la Habana Vieja que es donde trabajas.
Gracias a Dios estás llegando a la parada de Prado. Ahí se baja mucha gente y te acomodas de pie al lado de una ventanilla. Este camello da la vuelta en redondo por la bahía. Ya estás un poco libre para organizar las ideas del juicio mirando el mar. Y también pensar un poco en tu cliente. Qué bella se ve la bahía por la mañana. Los barquitos anclados, los pescadores, los pelícanos, la gente corriendo por la orilla del Malecón... Qué delicia poder correr por el Malecón. Tú tienes la Quinta Avenida relativamente cerca pero el tiempo no te alcanza, menos ahora que estás atacada con este juicio. Sí, necesitas ganar el pleito de la casa de tu cliente y amigo, para regalarle la victoria a él. Arturo tiene derecho a disfrutar de una buena casa. Tú también pero aún Dios no lo ha querido. Él es muy buen abogado, cómo tú, pero está trabajando en una empresa extranjera, especializado en Derecho Laboral y pasando un diplomado de Derecho Internacional. Te tiene trastornada este caso. Sí, doblemente trastornada. Han pasado unos meses ya desde que Arturo entró a tu oficina. Recordaste cuando se conocieron 15 años atrás en el primer año de la carrera. Ay, la universidad, tierno desenfado, juventud, ilusiones y living la vida loca. Fue en aquella fiesta de fin de curso de la FEU, él estaba en el grupo D2 y tú en el D1. Una velada inolvidable. Estuvieron dos horas hablando, estaban otros amigos, pero para ti sólo estaba él. Te sentiste hechizada. No, no fue amor a primera vista y estuvieron muy lejos del sexo aquella noche, eso sería ponerle más drama y pimienta a tus pensamientos lujuriosos, pero tuviste esa sensación inequívoca de estar conociendo a alguien excepcional para tu vida. Mala suerte que ese alguien se venía a La Habana a estudiar el segundo año de la carrera. Pero mira qué vueltas da la vida. Ahora también estás en la capital de toditos los cubanos. Lástima de vidas, desplazadas en tiempo, espacio y problemas irreconciliables: los dos casados, con hijos y con agendas repletas... Él tiene ya la barriga incipiente que empieza a los treinta y cinco años, está lleno de canas. Luce muy bien, muy maduro e interesante. Tú..., bueno, eres una titi todavía. A juzgar por los piropos en la calle, los deseos y orgasmos que le provocas a tu esposo Ángel... Estás como para comerte viva.
Ya llegaste a tu parada. Deberías bajarte del camello y de tu nube, y buscar la llave de la oficina en la cartera. Afortunadamente, el Tribunal es cerca de la parada porque caminar tanto con esos zapatos es terrible. Pero al andar en tacones te sientes segura, no imaginas ir a un juicio sin tacones.
Ya estás en los bajos del edificio. Las brigadas contra el aedes aegipti están esperando la orden para fumigar. Verdad que hoy es martes, ni te cases ni te embarques, día de fumigación. Sí, mejor dejas esos pensamientos sucios con Arturo y recoges los papeles. Deberías subir pronto, si empiezan a fumigar vas a salir estornudando por la alergia y con peste a petróleo. No te va a gustar llegar así de olorosa a defender a tu mejor cliente. Con el perfume a dióxido, monóxido o a no sé cual óxido de carbono que vas a coger en el almendrón es suficiente. Revisa en tu cartera a ver si traes la muestra de perfume Givenchi para que te des un perfumazo cuando te bajes en el Vedado. Es exquisito ese perfume, muy femenino, de esos que alteran las hormonas masculinas. También andas con la toallita húmeda, no de las de la shopping sino de las cubanoides, metida en un nailito de íntimas y humedecida con agua de la pila, lista para quitar sudores y retocar el maquillaje cuando te haga falta.
Por fin has llegado hasta el buró, ahí están los papeles. Los besas y te aprestas a bajar las escaleras. Miserable olvido que te hizo emprender un viaje intermunicipal tan temprano, en la hora pico del camello. Te despides de la secretaria y le dices que no regresas hoy. Cualquier cosa que te pasen un mensaje al móvil que estará apagado, pero lo verás en cualquier chance.
Hablando de teléfono, deberías llamar a Arturo para confirmar. Él no se tiene que levantar tan temprano, está a unas cuadras del tribunal de Plaza. Lo llamas de cualquier modo, son ya las 9, en una hora deben verse. Te sonó su voz a que estaba durmiendo. Qué pena, piensas que lo despertaste. Pero es bueno despertar con una llamada que causa alegría. ¿Le causará alegría tu llamada? Tal vez por lo del juicio. Si le provocas algún otro tipo de deseo quizás nunca lo sepas. Si aún remolonea solo en su cama seguro la llamada le sirve como motivación para energizar su día. Quizás se ponga a pensar en el misterio de tus tetas y decida manosear sus partes antes de poner los pies en el suelo. Qué suerte la de él pues tú estás en plena calle y no te puedes tocar nada. «Por favor, Aicha, no te pongas a fantasear que ya te veo inspirándote», te autoreprimes.
Nadie te va a creer que tengas esos deseos locos frente al Capitolio camino al Paseo del Prado. Estás muy nerviosa, estás sudando la nariz y las manos. Malos síntomas, estás en la calle. Piensa en otra cosa. Deja de imaginarte tonterías, ya no eres una jovencita. Tienes que disculparte con él. Qué pena haberlo sacado de la cama con una llamada tonta. ¿En verdad necesitabas confirmar lo ya confirmado? Bueno... este... sí... bueno... quisiste llamarlo y ya. Hay cosas que no se explican. Eres así de temeraria y contradictoria, a veces pierdes el control de la sensatez sobre la locura. Además pensaste que a esa hora ya estaría levantado pues él lleva a los niños a la escuela. Aicha, te es muy difícil eso de vivir dos personalidades en un mismo cuerpo. Esta mañana tienes a la fantasiosa de guardia e imaginándose cosas. La abogada profesional, inteligente, prudente, educada, culta y locamente enamorada de su esposo vive en pugna con la loca que inventa los más absurdos disparates sólo por el ejercicio poco intelectual y delicioso de fantasear.
Cruzas el Prado por Neptuno a buscar un carro y siguen los pensamientos esos acosándote. Tienes que respirar profundo para oxigenar tu cuerpo y tus ideas. ¿Y si le mandas un mensaje para disculparte? Eso es un exceso. Pero tienes deseos de pasarle el mensaje. Ok, sí, pasa ese mensaje así te disculpas. Le dices que vas en camino y le mandas un beso antes de llegar. Le prometes una defensa brillante en compensación. Mejor tus actuaciones no las anuncies mucho. Después te sacan una prueba con la que no contabas y quedas mal, o tienes que buscar un nuevo recoveco legal... El que hizo la ley hizo la trampa. Qué viva este refrán popular, gracias a él comes, o mal comes. Allá va. Le estás enviando el mensaje. Pero qué rápido contesta este hombre los mensajes. Se complicó esto. Su redacción en español te engaña. Estás leyendo mal. La que estás aún medio dormida eres tú... Él te pide que le pagues los daños y perjuicios por despertarlo enviándole una foto tuya bien sexy, de las que vio días atrás en tu oficina. Las fotos no tienen nada del otro mundo. Sí, que estás muy feliz y la felicidad es hoy un raro privilegio. Ese día estabas radiante con tu hijo y tu esposo. Quizás tuviste algún que otro pensamiento perturbador hacia él. Algunos amigos dicen que en las fotos que estás sola tienes cara de... Qué falso concepto. Ellos no tienen piedad contigo. Por suerte tus amigos te quieren «as is, without any warranty1». Qué frase tan genial esta de algunas licencias en inglés. Sí, fue un exceso de confianza (o de putería) enseñárselas. Si no querías más problemas para tu vida... Él no tenía por qué ver las fotos, pero vio algunas en el refrescador de pantalla de la computadora el día que le pediste te esperara en la oficina. Qué mente sucia son tus amigos, a ellos les gustaron mucho las fotos y los comentarios llovieron. «Estás como el vino». «Qué grande está el niño». «Qué bien te ves con Ángel». «Qué aguante el de Ángel». Dulce aguante el mío, les dijiste. Cada día Ángel te gusta más, es increíble pero es así como lo sientes.
Hace poco leíste que las mujeres alcanzan la madurez psicológica y profesional entre los 33 y 45 años. La madurez tuya te ha dado por imaginar cosas locas. Esa es tu receta infalible para transformar cualquier realidad, incluso la más difícil. Vas a tener que ir a un psiquiatra porque las gotas homeopáticas, los té de pétalos de rosa y tus oraciones matinales no dan para alejar ese mundo de fantasía de tu cabeza. Tu mundo es el Derecho y más te vale seguir con eso porque de eso ganas el pan nuestro de casi todos los días. Si no fuera por las manos solidarias y la ayudita que de vez en cuando te deja caer tu mamá... Que a esta altura de la vida tu mamá te tenga que tirar esos salves para terminar el mes, es depresivo.
Tienes que ser una maga para poder dormir tranquila y acostarte con la barriga llena. Sí, gracias a Dios llegaron las leyes nuevas porque legalizar una propiedad hace unos años era peor que una carrera de cinco mil metros con obstáculos. Y había que hilar fino para no meter el pie en un hueco que terminara en la invalidación del título o en la pérdida del trabajo.
Al fin aparece un taxi que va para el Vedado por 23. Piensas en el decir popular que reza «Cuba es el único lugar en que se pregunta al taxista para dónde va». Para homenajear a Murphy hoy casi todos iban por la calle Línea. Ya estás pegada a la hora, suerte que apareció este cacharro. Sientes miedo de que se desbarate en el camino. Cómo suenan las latas. La concentración de gases de carbono te va a marear.
Un segundo mensaje de Arturo acaba de llegar. Oh, si estás redactando la respuesta del primero aún. Ah... dice que era una broma... ¿Se arrepintió el abogado de enviar ese mensaje solicitando la foto? No, no crees que sea exactamente arrepentimiento, más bien precaución. Te encantó la broma de este bromista magnificado en tu mente fantasiosa. No es pecado tener fantasías y no tienes que pensar en cortarle las alas a tu imaginación. Quizá podrías dar un discurso del tema fidelidad vs. fantasías y brindar sobre todo por la fidelidad a ti misma. Piensas que a veces es difícil serte fiel a ti misma. Eres una amalgama de ideas desordenadas que van en contra de todo, de absolutamente todo, lo que se cree coherente en la vida. Amas a Ángel, no concibes la vida sin él ni sin Angelito. Sabes que lo has amado desde siempre, sin prisas, profunda y ardientemente. Es ángel y demonio cuando te hace el amor, en cualquier variante, bajo cualquier circunstancia. Aunque hayan pasado los años sigue haciéndote sentir en cada sexo que nunca antes tuvieron uno así. Bueno, no exageres tanto, pero tocas el cielo con las manos la mayoría de las veces, varias veces cada vez. Qué reguero de «veces» en tu cabeza. Eso de los múltiples orgasmos en un mismo acto creías que era una utopía, hasta que apareció Ángel. No has acabado de responderle a Arturo.
Desde el almendrón divisas la estatua de la iglesia que está en la calle Infanta. Qué majestuosidad. Has estado sólo una vez en esa iglesia, con tu mamá. Te acabas de acordar... qué loca estás. Olvidaste decirle a ella el menú de la tarde. Es bueno tener algo adelantado cuando Angelito llega de la escuela: va arrasando con todo. Qué apetito tiene tu hijo. Gracias a Dios. Te sientes realizada como madre cuando lo ves comer bien, satisfecho. Hoy no hay mucho que escoger, sólo hay picadillo y perros calientes en el refrigerador. Dios sabe que no te quejas y que agradeces infinitamente todo lo que les da, pero quisieras comerte un buen bistec de carne de res. Estás hasta los ovarios de huevo, perritos y picadillo cargado de soya.
Ya vas cruzando la intersección de Infanta y San Lázaro. Ese old fashioned telephone, es la muerte en bicicleta para escribir un mensaje. Te lo regaló Indira cuando hizo su «recambio tecnológico». Es una bendición tener amigas como ella, con todos sus términos informáticos y su alma caritativa. Ya tienes la tranquilidad de sentirte localizada si hay algún problema con Angelito, como ayer. Y también el sobresalto de unir los quilos para recargar obligatoriamente cada mes. Está sonando el teléfono. Es Arturo. Deberías no cogerle la llamada, ya estás bien cerca. Vas ahogada de la risa, el chofer pensará que estás loca o que vas para una cita. Mejor contestas porque estos camagüeyanos medio machistas cuando llaman y no se les coge el teléfono se ponen... Dos semanas atrás no le cogiste una llamada porque estabas en medio de una reunión, y cómo se puso tu cliente... Angelito dice que su mamá trabaja en una eterna reunión. Colgaste tres veces y a la tercera se te escapó el teléfono de las manos y se hizo tres pedazos. Afortunadamente es bueno el pobre cacharrito y siguió funcionando cuando lo armaste. Después tuviste que leer un discurso de por qué coger una llamada cuando él llamaba a pagar. «Abogado, estaba ocupada, no era para ahorrarte dinero. Después hasta olvidé el PIN del teléfono, ponía el de mi tarjeta magnética», le dijiste luego. Eres pésima para aprenderte los números. Suerte que no lo intentaste más porque casi bloqueas el teléfono. Cuando le dices «abogado» pones mucha carga emocional (zalamería) en tus palabras. Si él te contesta «abogada jefa», apoyando las manos en el buró, te derrites.
«Sí», le contestas la llamada. «Tranquilo, no pasa nada». Le dices que no, que no consideras el mensaje un abuso de confianza, que te encantó su «broma». Sientes que él respira aliviado. Le dices que vas llegando. Cuelgas. Tú desde lo más profundo de tus fantasías ruegas que no haya sido una broma y que en verdad desee tener para sí una foto tuya.
Ya caminas los metros que te separan del tribunal municipal de Plaza. En la entrada está él, ¿será o no será? Parece una estatua: imponente, tierno, muy machote, delicioso... En camisa y corbata, con el dedo índice sostiene el saco sobre el hombro derecho. Quizá es un mimo de los que ahora hay en la Habana Vieja que se trasladó al Vedado. Este mimo le corta la respiración a cualquiera. Igual impresión que mientras caminabas con Liz hace años Rampa abajo y se encontraron con un modelo de casi dos metros, en traje. Se quedaron mudas. Piensas que el hombre que no se vea bien en traje que se ahorque. Arturo está posando para ti, una fotografía matinal demasiado erótica. Este es un golpe bajísimo de su parte. Sientes que esta imagen te provoca humedades y pequeñas contracciones en ciertas partes de tu cuerpo. Guarda esos pensamientos, tienes que poner en orden tus neuronas. Mantén a raya a tu mente triangular y depilada.
Ya llegas a donde él te espera. Lo besas en la mejilla, está recién afeitado. La piel está suave, huele a cremas de esas que exaltan el olor a hombre. En tu cabeza aterriza ahora la abogada profesional e incorruptible, la que no tiene compasión con las fantasías.
«Te estaba contestando el mensaje cuando llamaste», le dices. «No, no te voy a mandar ni a copiar ninguna foto». «Eres un poco demente para escribir algo así», le recriminas en voz baja, mordiendo tus palabras. Tú, la abogada, te pones seria, muy seria. Estás entrando en la sala. Él camina a tu lado, callado. Te subes los espejuelos sobre la frente. Él te mira implorando perdón, una mirada de esas que ahogarían en suspiros a la fantasiosa que llevas dentro. Decididamente no puedes dejarte seducir por esas pequeñeces.
«Ya es hora de trabajar, vamos a ganar este juicio ahora», le dices con seca resolución.
El juez toma el mazo en sus manos para anunciar el inicio de la sesión matutina. La tuya empezó bien temprano hoy y terminará muy tarde. Estás tensa, tres veces tensa. Sabes que tienes que liberar un poco las tensiones. La abogada seria le pide una receta de relajación a la fantasiosa.
Antes de ponerte de pie piensas por un segundo, sólo por un segundo, en una divertida escena en la que el magistrado y tu cliente, desnudos, practican fotografía erótica contigo, para luego amarse un poco en un ménage à trois.
Sonríes, ya sabes que ganarás el caso.


1Tal cual, sin ninguna garantía

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