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sábado, 3 de noviembre de 2018

Mientras pelo las papas

A mi Prendita, abuela Juana, que este 3 de noviembre cumpliría 107 años.

Cuando tengo que pelar papas, inevitablemente, recuerdo a mi abuela Juana. Ella me dejaba ayudarle en todo excepto a eso. Las papas eran muy valiosas: las mandaban mis tíos de La Habana para que los fricasés en nuestra finca tuvieran ese premio especial. Mi abuela me enseñó, con su dulzura infinita, como quitar sólo la cascarita, con la menor cantidad de papa posible, y al final remover, con la punta del cuchillo, la cáscara en los huequitos. 


Prendita, como yo le puse, (ella me decía prenda de mi corazón)  no sé si supo que hay recetas donde la papa van sin pelar. Y pienso en las gebratene Kartoffeln alemanas y se me hace la boca agua; y luego me digo que aquellas papas, que yo buscaba como tesoro, sumergidas en el fricasé de guanajo criollo, son insuperables. Recuerdo que a la finca llegó alguna vez un cartucho con polvo de papa deshidratada y entonces comimos mucho puré. Hacer puré de papas enteras era un lujo entonces. Ahora aquí, en Berlín donde gracias a Federico el Grande hay mucha papa, las lavo, las hiervo con cáscara y ya está. Más saludable que esos polvos, o luego cambio de idea y hago una ensalada con atún y cebolla... Y la cascarita saldrá sola y casi completa si uso el truco aprendido en internet del corte sobre la cáscara antes de hervirlas.

Cuando comencé la Universidad vi un pelador de papas que mi primo compró en New York. Tiempo después, si mal no recuerdo, llegó uno a la finca; ya para entonces la cosecha de papa y correos de Cuba no funcionaban bien y los envíos de papa no eran tan frecuentes y quizá abuela ya no estaba. Y también pensé en ella cuando compré un pelador para mí, hace poco. Y ahora se me olvida usarlo o pelo las papas corriendo en el último momento y agarro el cuchillo para andar más rápido... Aunque me queda tiempo para endulzar mi mente con el recuerdo de Prendita, y no desperdiciar tanta papa en mi carrera.