Hace unos días, me reí
como una loca mientras caminaba por la calle en una fría mañana
berlinesa: recordé mis primeros y únicos pasos como actriz de
teatro. Durante el 5to y 6to grados de la escuela primaria, mi grupo
fue escogido para representar una obra de teatro. Dos talentosas
muchachas, hermanas con un año de edad de diferencia, Berenice y
Belsi Sueiro, vecinas del barrio, estudiantes de Instructor de teatro
en la escuela de El Yarey, harían su trabajo de tesis con nosotros.
En mi escuela rural, jamás se había visto tal cosa pero nos
enrolamos en aquella novedad con una dedicación y responsabilidad
tremendas. El examen de graduación sería la presentación al
final de cada curso.
Fueron largas y
divertidas tardes de clases e intercambio. Nos aprendimos los textos y
las primeras nociones de teatro y de movimiento en escena. A partir
de ahí me encanta ver y leer teatro, aunque hace varios años no
leo. Aún recuerdo el nombre de las obras: "Cacho y los hurones" y "Un
cangrejo en apuros". En la de Cacho tuve el protágónico: Cacho, un
perro viejo al que los hurones burlaban para atacar el cañaveral de
un campesino, interpretado por mi prima Yaquelín. Recuerdo que el
final era aleccionador, capturaban a los malechores, se hacía
justicia y pronunciaban un discurso.
El día de la
presentación, el patio de la escuela estaba a tope. Todo el barrio
participó de este evento, nunca visto hasta entonces, en aquel
paraje rural. La presentación fue casi perfecta hasta que el juez
que arreglaría cuentas a los hurones tuvo que decir su discurso.
Nuestro artista de vez en cuanto gagueaba y atacado por la emoción
de este cierre, con la dramaturgia por todo lo alto, no lograba
pasar de la primera palabra Co-Co-Com-pa- ñeros. No recuerdo como él
llegó al final del discurso, solo que el saludo final fue desde el
llanto ahogado de todo el elenco de jóvenes promesas, al grito
pelado pues pensábamos que por el fallo de nuestro amigo, la profe no se podría graduar. Al final se graduó con excelente, felicitaciones y aplausos. Aquella experiencia con el teatro sin
dudas, nos dejó lecciones de amistad y amor mucho más duraderas,
esas que llaman cositas simples, esas que sirven para vivir.