Laya
del Carmen
Parece
inverosímil pero vas en el P5 en un solo pie desde el Vedado hasta
la parada de Prado. Casi en un solo pie porque a veces has sentido
que el empuje de la muchedumbre te ha hecho levitar. Te van a
estropear el juego de saya, los zapatos y hasta la autoestima. Has
tenido que atravesar La Habana sólo para buscar aquellos papeles del
juicio de hoy a las 10 de la mañana en el Vedado. Anoche por poco te
da un patatús cuando después de la novela te diste cuenta que los
habías dejado sobre el buró. Repetías en tu mente el infausto
momento en que los sacaste para revisar la fecha del certificado de
defunción del abuelo español de Arturo, tu especial y admirado
cliente. Ahí estaba la clave de la solución del caso. Justo en este
instante sonó el teléfono y se te fue la olla, como dicen los
madrileños de la serie que estás viendo. Te llamaban de la escuela
de Angelito y tuviste que salir corriendo. A ese niño ahora le ha
dado por fajarse en el receso y le partieron la barbilla. Tienes la
moto rota, vive en el taller. Cogiste enseguida un taxi de 10 pesos
frente al Capitolio. De 10 pesos no, que cobran 20, pero hiciste gala
de una autodefensa personal y lacrimógena conmoviendo hasta los
tuétanos al chofer para que sólo te cobrara la mitad aunque pasabas
del túnel dos paradas. ¿Suerte o desgracia vivir en Miramar? Si
tuvieses carro, mansión y dinero qué suerte, económica al menos.
Tus problemas serán otros. Pero tú aún tienes asuntos bien cubanos
por resolver. Por otra parte, sufres por vivir en un eufemísticamente
llamado edificio multifamiliar en los límites de Miramar con
Marianao y cubana al fin te ríes de esa desgracia. No sabes qué es
peor si la marginalidad de los vecinos o los altos precios del agro y
los carretilleros. Sin contar que los boteros tienen la referencia
esa de antes y después del túnel, marca límite e inéquivoca de
los 20 pesos desde o hasta la Habana Vieja que es donde trabajas.
Gracias
a Dios estás llegando a la parada de Prado.
Ahí se baja mucha gente y te acomodas de pie al lado de una
ventanilla. Este camello da la vuelta en redondo por la bahía. Ya
estás un poco libre para organizar las ideas del juicio mirando el
mar. Y también pensar un poco en tu cliente. Qué bella se ve la
bahía por la mañana. Los barquitos anclados, los pescadores, los
pelícanos, la gente corriendo por la orilla del Malecón... Qué
delicia poder correr por el Malecón. Tú tienes la Quinta Avenida
relativamente cerca pero el tiempo no te alcanza, menos ahora que
estás atacada con este juicio. Sí, necesitas ganar el pleito de la
casa de tu cliente y amigo, para regalarle la victoria a él. Arturo
tiene derecho a disfrutar de una buena casa. Tú también pero aún
Dios no lo ha querido. Él es muy buen abogado, cómo tú, pero está
trabajando en una empresa extranjera, especializado en Derecho
Laboral y pasando un diplomado de Derecho Internacional. Te tiene
trastornada este caso. Sí, doblemente trastornada. Han pasado unos
meses ya desde que Arturo entró a tu oficina. Recordaste cuando se
conocieron 15 años atrás en el primer año de la carrera. Ay, la
universidad, tierno desenfado, juventud, ilusiones y living
la vida loca. Fue en aquella fiesta de fin de curso de la FEU, él
estaba en el grupo D2 y tú en el D1. Una velada inolvidable.
Estuvieron dos horas hablando, estaban otros amigos, pero para ti
sólo estaba él. Te sentiste hechizada. No, no fue amor a primera
vista y estuvieron muy lejos del sexo aquella noche, eso sería
ponerle más drama y pimienta a tus pensamientos lujuriosos, pero
tuviste esa sensación inequívoca de estar conociendo a alguien
excepcional para tu vida. Mala suerte que ese alguien se venía a La
Habana a estudiar el segundo año de la carrera. Pero mira qué
vueltas da la vida. Ahora también estás en la capital de toditos
los cubanos. Lástima de vidas, desplazadas en tiempo, espacio y
problemas irreconciliables: los dos casados, con hijos y con agendas
repletas... Él tiene ya la barriga incipiente que empieza a los
treinta y cinco años, está lleno de canas. Luce muy bien, muy
maduro e interesante. Tú..., bueno, eres una titi todavía. A juzgar
por los piropos en la calle, los deseos y orgasmos que le provocas a
tu esposo Ángel... Estás como para comerte viva.
Ya
llegaste a tu parada. Deberías bajarte del camello y de tu nube, y
buscar la llave de la oficina en la cartera. Afortunadamente, el
Tribunal es cerca de la parada porque caminar tanto con esos zapatos
es terrible. Pero al andar en tacones te sientes segura, no imaginas
ir a un juicio sin tacones.
Ya
estás en los bajos del edificio. Las brigadas contra el aedes
aegipti están esperando la orden para fumigar. Verdad que hoy es
martes, ni te cases ni te embarques, día de fumigación. Sí, mejor
dejas esos pensamientos sucios con Arturo y recoges los papeles.
Deberías subir pronto, si empiezan a fumigar vas a salir
estornudando por la alergia y con peste a petróleo. No te va a
gustar llegar así de olorosa a defender a tu mejor cliente. Con el
perfume a dióxido, monóxido o a no sé cual óxido de carbono que
vas a coger en el almendrón es suficiente. Revisa en tu cartera a
ver si traes la muestra de perfume Givenchi para que te des un
perfumazo cuando te bajes en el Vedado. Es exquisito ese perfume, muy
femenino, de esos que alteran las hormonas masculinas. También andas
con la toallita húmeda, no de las de la shopping sino de las
cubanoides, metida en un nailito de íntimas y humedecida con agua de
la pila, lista para quitar sudores y retocar el maquillaje cuando te
haga falta.
Por
fin has llegado hasta el buró, ahí están los papeles. Los besas y
te aprestas a bajar las escaleras. Miserable olvido que te hizo
emprender un viaje intermunicipal tan temprano, en la hora pico del
camello. Te despides de la secretaria y le dices que no regresas hoy.
Cualquier cosa que te pasen un mensaje al móvil que estará apagado,
pero lo verás en cualquier chance.
Hablando
de teléfono, deberías llamar a Arturo para confirmar. Él no se
tiene que levantar tan temprano, está a unas cuadras del tribunal de
Plaza. Lo llamas de cualquier modo, son ya las 9, en una hora deben
verse. Te sonó su
voz a que estaba durmiendo. Qué pena, piensas que lo despertaste.
Pero es bueno despertar con una llamada que causa alegría. ¿Le
causará alegría tu llamada? Tal vez por lo del juicio. Si le
provocas algún otro tipo de deseo quizás nunca lo sepas. Si aún
remolonea solo en su cama seguro la llamada le sirve como motivación
para energizar su día. Quizás se ponga a pensar en el misterio de
tus tetas y decida manosear sus partes antes de poner los pies en el
suelo. Qué suerte la de él pues tú estás en plena calle y no te
puedes tocar nada. «Por favor, Aicha, no te pongas a fantasear que
ya te veo inspirándote», te autoreprimes.
Nadie
te va a creer que tengas esos deseos locos frente al Capitolio camino
al Paseo del Prado. Estás muy nerviosa, estás sudando la nariz y
las manos. Malos síntomas, estás en la calle. Piensa en otra cosa.
Deja de imaginarte tonterías, ya no eres una jovencita. Tienes que
disculparte con él. Qué pena haberlo sacado de la cama con una
llamada tonta. ¿En verdad necesitabas confirmar lo ya confirmado?
Bueno... este... sí... bueno... quisiste llamarlo y ya. Hay cosas
que no se explican. Eres así de temeraria y contradictoria, a veces
pierdes el control de la sensatez sobre la locura. Además pensaste
que a esa hora ya estaría levantado pues él lleva a los niños a la
escuela. Aicha, te es muy difícil eso de vivir dos personalidades en
un mismo cuerpo. Esta mañana tienes a la fantasiosa de guardia e
imaginándose cosas. La abogada profesional, inteligente, prudente,
educada, culta y locamente enamorada de su esposo vive en pugna con
la loca que inventa los más absurdos disparates sólo por el
ejercicio poco intelectual y delicioso de fantasear.
Cruzas
el Prado por Neptuno a buscar un carro y siguen los pensamientos esos
acosándote. Tienes que respirar profundo para oxigenar tu cuerpo y
tus ideas. ¿Y si le mandas un mensaje para disculparte? Eso es un
exceso. Pero tienes deseos de pasarle el mensaje. Ok, sí, pasa ese
mensaje así te disculpas. Le dices que vas en camino y le mandas un
beso antes de llegar. Le prometes una defensa brillante en
compensación. Mejor tus actuaciones no las anuncies mucho. Después
te sacan una prueba con la que no contabas y quedas mal, o tienes que
buscar un nuevo recoveco legal... El que hizo la ley hizo la trampa.
Qué viva este refrán popular, gracias a él comes, o mal comes.
Allá va. Le estás enviando el mensaje. Pero qué rápido contesta
este hombre los mensajes. Se complicó esto. Su redacción en español
te engaña. Estás leyendo mal. La que estás aún medio dormida eres
tú... Él te pide que le pagues los daños y perjuicios por
despertarlo enviándole una foto tuya bien sexy, de las que vio días
atrás en tu oficina. Las fotos no tienen nada del otro mundo. Sí,
que estás muy feliz y la felicidad es hoy un raro privilegio. Ese
día estabas radiante con tu hijo y tu esposo. Quizás tuviste algún
que otro pensamiento perturbador hacia él. Algunos amigos dicen que
en las fotos que estás sola tienes cara de... Qué falso concepto.
Ellos no tienen piedad contigo. Por suerte tus amigos te quieren «as
is, without any warranty1».
Qué frase tan genial esta de algunas licencias en inglés. Sí, fue
un exceso de confianza (o de putería) enseñárselas. Si no querías
más problemas para tu vida... Él no tenía por qué ver las fotos,
pero vio algunas en el refrescador de pantalla de la computadora el
día que le pediste te esperara en la oficina. Qué mente sucia son
tus amigos, a ellos les gustaron mucho las fotos y los comentarios
llovieron. «Estás como el vino». «Qué grande está el niño».
«Qué bien te ves con Ángel». «Qué aguante el de Ángel». Dulce
aguante el mío, les dijiste. Cada día Ángel te gusta más, es
increíble pero es así como lo sientes.
Hace
poco leíste que las mujeres alcanzan la madurez psicológica y
profesional entre los 33 y 45 años. La madurez tuya te ha dado por
imaginar cosas locas. Esa es tu receta infalible para transformar
cualquier realidad, incluso la más difícil. Vas a tener que ir a un
psiquiatra porque las gotas homeopáticas, los té de pétalos de
rosa y tus oraciones matinales no dan para alejar ese mundo de
fantasía de tu cabeza. Tu mundo es el Derecho y más te vale seguir
con eso porque de eso ganas el pan nuestro de casi todos los días.
Si no fuera por las manos solidarias y la ayudita que de vez en
cuando te deja caer tu mamá... Que a esta altura de la vida tu mamá
te tenga que tirar esos salves para terminar el mes, es depresivo.
Tienes
que ser una maga para poder dormir tranquila y acostarte con la
barriga llena. Sí, gracias a Dios llegaron las leyes nuevas porque
legalizar una propiedad hace unos años era peor que una carrera de
cinco mil metros con obstáculos. Y había que hilar fino para no
meter el pie en un hueco que terminara en la invalidación del título
o en la pérdida del trabajo.
Al
fin aparece un taxi que va para el Vedado por 23. Piensas en el decir
popular que reza «Cuba es el único lugar
en que se pregunta al taxista para dónde va». Para homenajear a
Murphy hoy casi todos iban por la calle Línea. Ya estás pegada a la
hora, suerte que apareció este cacharro. Sientes
miedo de que se desbarate en el camino. Cómo suenan las latas. La
concentración de gases de carbono te va a marear.
Un
segundo mensaje de Arturo acaba de llegar. Oh, si estás redactando
la respuesta del primero aún. Ah... dice que era una broma... ¿Se
arrepintió el abogado de enviar ese mensaje solicitando la foto? No,
no crees que sea exactamente arrepentimiento, más bien precaución.
Te encantó la broma de este bromista magnificado en tu mente
fantasiosa. No es pecado tener fantasías y no tienes que pensar en
cortarle las alas a tu imaginación. Quizá podrías dar un discurso
del tema fidelidad vs. fantasías y brindar sobre todo por la
fidelidad a ti misma. Piensas que a veces es difícil serte fiel a ti
misma. Eres una amalgama de ideas desordenadas que van en contra de
todo, de absolutamente todo, lo que se cree coherente en la vida.
Amas a Ángel, no concibes la vida sin él ni sin Angelito. Sabes que
lo has amado desde siempre, sin prisas, profunda y ardientemente. Es
ángel y demonio cuando te hace el amor, en cualquier variante, bajo
cualquier circunstancia. Aunque hayan pasado los años sigue
haciéndote sentir en cada sexo que nunca antes tuvieron uno así.
Bueno, no exageres tanto, pero tocas el cielo con las manos la
mayoría de las veces, varias veces cada vez. Qué reguero de «veces»
en tu cabeza. Eso de los múltiples orgasmos en un mismo acto creías
que era una utopía, hasta que apareció Ángel. No has acabado de
responderle a Arturo.
Desde
el almendrón divisas la estatua de la iglesia que está en la calle
Infanta. Qué majestuosidad. Has estado sólo una vez en esa iglesia,
con tu mamá. Te acabas de acordar... qué loca estás. Olvidaste
decirle a ella el menú de la tarde. Es bueno tener algo adelantado
cuando Angelito llega de la escuela: va arrasando con todo. Qué
apetito tiene tu hijo. Gracias a Dios. Te sientes realizada como
madre cuando lo ves comer bien, satisfecho. Hoy no hay mucho que
escoger, sólo hay picadillo y perros calientes en el refrigerador.
Dios sabe que no te quejas y que agradeces infinitamente todo lo que
les da, pero quisieras comerte un buen bistec de carne de res. Estás
hasta los ovarios de huevo, perritos y picadillo cargado de soya.
Ya
vas cruzando la intersección de Infanta y San Lázaro. Ese old
fashioned
telephone,
es la muerte en bicicleta para escribir un mensaje. Te lo regaló
Indira cuando hizo su «recambio tecnológico». Es una bendición
tener amigas como ella, con todos sus términos informáticos y su
alma caritativa. Ya tienes la tranquilidad de sentirte localizada si
hay algún problema con Angelito, como ayer. Y también el sobresalto
de unir los quilos para recargar obligatoriamente cada mes. Está
sonando el teléfono. Es Arturo. Deberías no cogerle la llamada, ya
estás bien cerca. Vas ahogada de la risa, el chofer pensará que
estás loca o que vas para una cita. Mejor contestas porque estos
camagüeyanos medio machistas cuando llaman y no se les coge el
teléfono se ponen... Dos semanas atrás no le cogiste una llamada
porque estabas en medio de una reunión, y cómo se puso tu
cliente... Angelito dice que su mamá trabaja en una eterna reunión.
Colgaste tres veces y a la tercera se te escapó el teléfono de las
manos y se hizo tres pedazos. Afortunadamente es bueno el pobre
cacharrito y siguió funcionando cuando lo armaste. Después tuviste
que leer un discurso de por qué coger una llamada cuando él llamaba
a pagar. «Abogado, estaba ocupada, no era para ahorrarte dinero.
Después hasta olvidé el PIN del teléfono, ponía el de mi tarjeta
magnética», le dijiste luego. Eres pésima para aprenderte los
números. Suerte que no lo intentaste más porque casi bloqueas el
teléfono. Cuando le dices «abogado» pones mucha carga emocional
(zalamería) en tus palabras. Si él te contesta «abogada jefa»,
apoyando las manos en el buró, te derrites.
«Sí»,
le contestas la llamada. «Tranquilo, no pasa nada». Le dices que
no, que no consideras el mensaje un abuso de confianza, que te
encantó su «broma». Sientes que él respira aliviado. Le dices que
vas llegando. Cuelgas. Tú desde lo más profundo de tus fantasías
ruegas que no haya sido una broma y que en verdad desee tener para sí
una foto tuya.
Ya
caminas los metros que te separan del tribunal municipal de Plaza. En
la entrada está él, ¿será o no será? Parece una estatua:
imponente, tierno, muy machote, delicioso... En camisa y corbata, con
el dedo índice sostiene el saco sobre el hombro derecho. Quizá es
un mimo de los que ahora hay en la Habana Vieja que se trasladó al
Vedado. Este mimo le corta la respiración a cualquiera. Igual
impresión que mientras caminabas con Liz hace años Rampa abajo y se
encontraron con un modelo de casi dos metros, en traje. Se quedaron
mudas. Piensas que el hombre que no se vea bien en traje que se
ahorque. Arturo está posando para ti, una fotografía matinal
demasiado erótica. Este es un golpe bajísimo de su parte. Sientes
que esta imagen te provoca humedades y pequeñas contracciones en
ciertas partes de tu cuerpo. Guarda esos pensamientos, tienes que
poner en orden tus neuronas. Mantén a raya a tu mente triangular y
depilada.
Ya
llegas a donde él te espera. Lo besas en la mejilla, está recién
afeitado. La piel está suave, huele a cremas de esas que exaltan el
olor a hombre. En tu cabeza aterriza ahora la abogada profesional e
incorruptible, la que no tiene compasión con las fantasías.
«Te
estaba contestando el mensaje cuando llamaste», le dices. «No, no
te voy a mandar ni a copiar ninguna foto». «Eres un poco demente
para escribir algo así», le recriminas en voz baja, mordiendo tus
palabras. Tú, la abogada, te pones seria, muy seria. Estás entrando
en la sala. Él camina a tu lado, callado. Te subes los espejuelos
sobre la frente. Él te mira implorando perdón, una mirada de esas
que ahogarían en suspiros a la fantasiosa que llevas dentro.
Decididamente no puedes dejarte seducir por esas pequeñeces.
«Ya
es hora de trabajar, vamos a ganar este juicio ahora», le dices con
seca resolución.
El
juez toma el mazo en sus manos para anunciar el inicio de la sesión
matutina. La tuya empezó bien temprano hoy y terminará muy tarde.
Estás tensa, tres veces tensa. Sabes que tienes que liberar un poco
las tensiones. La abogada seria le pide una receta de relajación a
la fantasiosa.
Antes
de ponerte de pie piensas por un segundo, sólo por un segundo, en
una divertida escena en la que el magistrado y tu cliente, desnudos,
practican fotografía erótica contigo, para luego amarse un poco en
un ménage
à trois.
Sonríes,
ya sabes que ganarás el caso.
1Tal
cual, sin ninguna garantía