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sábado, 17 de diciembre de 2016

Oh nein! Deutschland: deuda con la compota de manzana



Los que disfrutamos la niñez bajo el abrigo del campo socialista teníamos entre los más controvertidos alimentos las compotas de manzana que llegaban desde la URSS por toneladas. Unos las odiaban por ser tan ácidas y otros con una felicidad infinita, como era mi caso,  las terciábamos con agua helada y azúcar para disfrutar una refrescante bebida tropicalizada.




Compota de manzana de la región de Brandenburgo


Con la caída del muro desaparecieron de cuajo los productos enviados por los hermanos socialistas, y entre los primeros ausentes mis bien-amadas compotas de manzana. En los años que siguieron conformaban la lista de las añoranzas de los cubanos cuando se reunían en los apagones a hablar de los tiempos de bonanza. No  es de extrañar que 25 años después, aún con el jet lag por el cambio de uso horario  las buscara casi con desesperación  en un abarrotado mercado alemán, diccionario en mano, por supuesto.

Apfelmus: compota o puré de manzana. Al descubrirlo mi corazón se aceleró y volé del mercado a la casa para chocar con aquel sabor tantos años ausentes. Con cierta decepción constaté que no era tan ácido como la versión rusa, pero bueno, del lobo unos cuantos pelos. Ahí lo tenía. Lo tomaba hecho refresco o puro a cualquier hora y con cualquier motivo.  Semana tras semana durante unos 7 meses estuvo en nuestra compra cual constante matemática. No recuerdo el día que le levanté una ceja para decirle que lo iba a dejar descansar un poco. “Hasta el Apfelmus cansa”, diría el poeta. Y yo digo: “Deuda saldada”.

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